jueves, 23 de enero de 2025

A 122 años del natalicio de Jorge Eliécer Gaitán.

 



Jorge Eliécer Gaitán Ayala nació en Bogotá, el viernes 23 de enero de 1903. Fue un político y jurista colombiano, alcalde de Bogotá en 1936, ministro (Educación en 1940 y Trabajo en 1944), congresista (varios períodos desde 1929 a 1948) y candidato a presidente del Partido Liberal a la Presidencia de la República para el período 1946-1950. Su asesinato en Bogotá produjo enormes protestas populares conocidas como El Bogotazo.



El año de nacimiento de Jorge Eliécer Gaitán, así como otros datos de su vida, son difíciles de establecer con absoluta precisión. Aunque existe una partida de nacimiento del 23 de enero de 1903 y una partida de bautismo del 26 de enero del mismo año, otros documentos personales como pasaportes, cédula, al igual que su diploma de la Real Universidad de Roma, datan el 26 de enero de 1903 como su fecha de nacimiento, en cuanto a su lugar de nacimiento existen varias teorías, unos historiadores afirman que el nació en Bogotá pero otras fuentes generan controversia ubicando el lugar de nacimiento de Gaitán en el municipio de Cucunubá ubicado en Cundinamarca.


Hijo de la profesora Manuela Ayala y el librero Eliécer Gaitán Otálora, en 1919 inició estudios superiores en la Universidad Nacional de Colombia donde se tituló como Doctor en Derecho y Ciencias Políticas el 29 de octubre de 1924 con la tesis titulada "Las ideas socialistas en Colombia".


Para 1926, con apoyo de su hermano Manuel José Gaitán, adelantó su doctorado en jurisprudencia en la Real Universidad de Roma y en 1927 su tesis "El criterio positivo de la premeditación", Magna Cum Laude, le significó graduarse con honores. Fue entonces elogiado y apreciado con el premio que llevaba el nombre de su profesor más cercano: Enrico Ferri.


Una vez en Colombia, lideró en el Congreso de la República un debate entre el 3 y el 6 de septiembre de 1929 por el asesinato de un número aún no determinado de trabajadores de la United Fruit Company en la región de Ciénaga, en el departamento del Magdalena. Los obreros exigían condiciones laborales (hasta entonces inexistentes) y un trato justo por parte de sus contratistas. La matanza de estas personas es conocida en la historia del país como la masacre de las Bananeras y es citada en la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Este gesto le valió a Gaitán el título de "Tribuno del Pueblo".


En 1931 fue elegido presidente de la Cámara de Representantes y ejerció también como catedrático de Derecho Penal en la Universidad Nacional y en la Universidad Libre (Colombia), de la que fue nombrado rector, cargo que ocupó entre 1936 y 1939. Se configuró como representante de la clase media y de aquellos que estaban fuera de la vida pública porque los unió a través de sus discursos cargados de emoción e ilusión. Criticó también el orden "convivialista", donde la política se practicaba en círculos cerrados, es decir, que sólo unas cuantas personalidades decidían el futuro del país, allí donde se encontraba concentrada la oligarquía que mantenía dominado cada ámbito de la vida en el país.


En 1933 fundó el movimiento político "Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria" (UNIR) y su órgano periodístico "El Unirismo", que poco tiempo después disolvió para vincularse al Partido Liberal, desde donde planteó la necesidad de una reforma agraria.


En 1937 nació su única hija Gloria Gaitán, fruto de su matrimonio con Amparo Jaramillo. Seducido por los dirigentes tradicionales del Partido Liberal se posesionó como alcalde de Bogotá en 1936, adelantó reformas sociales, promovió la municipalización de los servicios públicos y trató de establecer los restaurantes o comedores escolares. Otras iniciativas suyas no gozaron de la aprobación popular como las de prohibir el uso de la ruana, las alpargatas, uniformar a los lustrabotas y a los conductores de taxis quienes con un paro y bloqueo de vías, presionaron por su renuncia. En 1940 el presidente Eduardo Santos Montejo lo nombró ministro de Educación, desde donde emprendió una campaña de alfabetización, implantó el zapato escolar gratuito, los restaurantes escolares, el cine educativo ambulante, la extensión cultural masiva e inició el Salón Nacional de Artistas. En los años siguientes Gaitán continuó su intensa vida pública como jurista, político y caudillo. Su acción política se dirigió contra la oligarquía y por la restauración moral


Lucha por la Presidencia


En las elecciones presidenciales de 1946 el Partido Liberal se dividió entre las candidaturas de Gabriel Turbay (apoyado por el sector oficialista del partido) y Gaitán mas proclive a la izquierda (apoyado por los sectores populares) y dicha división facilitó el ascenso del conservador Mariano Ospina Pérez. En las Elecciones legislativas de Colombia de 1947, en donde logró una mayoría indiscutible en el Senado (35 senadores liberales "22 gaitanistas-13 directoristas" y 28 conservadores) y en la Cámara (74 representantes liberales "44 gaitanistas-30 directoristas" y 57 para conservadores). El 24 de octubre de 1947 Gaitán fue proclamado jefe único del Partido Liberal. A inicios de 1948 al saberse la noticia de la masacre de varios liberales en varios pueblos del país a manos de conservadores, Gaitán organizó varias marchas entre las que se conocen como la "marcha de las antorchas" y sobre todo la "Marcha del Silencio" donde eleva una plegaria al Presidente Ospina para que ayudara a cesar La Violencia y donde eleva unas horas del silencio donde solo se oían banderas y pancartas movidas por el viento.


En 1 de abril de 1948 recibió el título de doctor honoris causa en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Libre. El 8 de abril de 1948 presentó su último caso legal: la absolución del teniente conservador Jesús Cortés; un militar acusado de la muerte del periodista Eudoro Galarza Ossa.


Asesinato


El viernes 9 de abril de 1948, tras defender hasta bien entrada la noche al teniente Jesús María Cortés en los tribunales, Gaitán reposó y luego salió al mediodía del viernes 9, en compañía de varios amigos desde el Edificio Agustín Nieto (su sitio de trabajo) para almorzar en el Hotel Continental y a la espera de varias reuniones que tendría ese día. Un hombre, hipotéticamente, Juan Roa Sierra, lo esperaba en la entrada del edificio y disparó en su contra con un revólver, causándole heridas mortales.


Gaitán fue llevado a la Clínica Central, donde murió cerca de las 2:05 de la tarde. El asesinato provocó una violenta reacción popular y represión gubernamental conocida como El Bogotazo que destruyó 1425 edificaciones del centro de Bogotá.


La violencia por el magnicidio no se concentró solo en la capital, también en ciudades importantes cercanas a Bogotá como Zipaquirá. Los municipios y regiones gaitanistas reaccionaron en igual o mayor proporción y en casos como Barrancabermeja, la situación se extendió por más de un mes.


En su agenda, para la tarde del día de su asesinato, tenía fijadas reuniones entre ellas con el entonces joven líder estudiantil cubano Fidel Castro y con el político Rómulo Betancourt.


Momentos después


El aparente asesino, fue linchado, amarrado con corbatas por la carretera Séptima hasta la Plaza de Bolívar. Desde ese momento la multitud creció en cuestión de minutos; ante la arremetida del ejército, los espontáneos se atrincheraron esperando las órdenes de los jefes liberales que pretendían reunirse con el presidente Mariano Ospina Pérez. A medida que avanzaba la tarde, la turba fue armándose con herramientas y armas irrumpiendo en almacenes de ferretería y en estaciones de policía donde algunos oficiales entregaron sus armas.


La defensa del Palacio de La Carrera (denominación de la actual Casa de Nariño) por la guardia presidencial y francotiradores no identificados, localizados en las edificaciones más altas cercanas a palacio, entre estas las iglesias, impidieron que la multitud entrara al lugar donde se hallaba el Presidente. Una posible demora en entrar en acción por parte de quienes conducían los tanques de guerra, hubiera facilitado la entrada al Palacio de los manifestantes ya que a la Guardia se le estaba terminando la munición.



La multitud daba paso a los cinco tanques de guerra que fueron dirigidos al lugar pues creía que estaban apoyando su causa, y muy probablemente así fue hasta el momento en que fue muerto el Coronel que los comandaba poco antes de llegar al Palacio. Una vez en la plaza, los tanques giraron y dispararon a la multitud masacrando a unas 300 personas y de esta manera frustrando su plan.


A Gaitán no se le pudo hacer un funeral adecuado y sus familiares en gesto de protesta se negaron a llevarlo a un cementerio hasta que el gobierno de turno cayera, velándolo en su propia casa. En la actualidad su cuerpo se encuentra en la que fue su última residencia de la calle 42 No. 15-52 de Bogotá (Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán) un sitio de acceso público. Posteriormente, la violencia bipartidista se extendería a otras regiones durante la época conocida como La Violencia. Por su parte Carlos Lleras Restrepo encabeza un funeral simbólico en el Parque Nacional de Bogotá. Lleras luego sería elegido presidente de Colombia para el periodo 1966-1970.


Jorge Eliécer Gaitán Ayala contribuyó también a la fundación de medios alternativos de comunicación, como el periódico Tribuna, fundado con su amigo Luis David Peña, un bogotano que acompañó a Gaitán en los ministerios que ocupó.


Homenajes


La figura de Gaitán se mantiene vigente en Colombia. Esto se puede ver en los monumentos que están a lo largo de las poblaciones colombianas, considerándose que después de Simón Bolívar, Gaitán es la persona con más monumentos en Colombia; el municipio Puerto Gaitán, fue llamado así en su honor, y el teatro en Bogotá; incluso el billete de $1.000 pesos tiene imágenes y frases de Gaitán. El arquitecto Rogelio Salmona realizó en los 80 El Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán "Exploratorio Nacional", complejo proyecto arquitectónico dirigido por Gloria Gaitán hija del líder político que ha dedicado su vida a mantener y actualizar el legado visionario de su padre; el proyecto en la actualidad aún no ha sido construido en su totalidad y su culminación es incierta.


martes, 7 de enero de 2025

Jorge Eliécer Gaitán hablaba, hace 75 años, en la Plaza de Bolívar, Bogotá

 



Discurso pronunciado en la Plaza de Bolívar, Bogotá

ORACIÓN DEL SILENCIO

Jorge Eliécer Gaitán 7 de Enero de 1948


Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:

Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.

En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes —de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies— han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.

Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!

Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.

Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.

Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.

Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.

Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!

Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!

Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.

Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!

Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!

JORGE ELIÉCER GAITÁN


[1] Nacido en Manta (Cundinamarca), Colombia, Gaitán llegó a ser uno de los mejores penalistas y políticos de su época. Fue el capitán del "país nacional" que se enfrentó valerosamente al "país político" y que magistralmente diferenció en una célebre discurso de 1946 que publicamos, señalando la politiquería, la corrupción, el fraude y el engaño como las plagas que carcomían a su país, oprimían a su pueblo y no le permitían progresar. El 9 de abril de 1948, 62 días después del presente discurso de paz, lo asesinan en su oficina. Se ha escrito muchas cosas sobre este hecho que dio lugar al Bogotazo, pero sin duda las tres balas que segaron su vida, se convirtieron en el detonante que partió en dos la historia del siglo XX en Colombia.

viernes, 6 de diciembre de 2024

A 182 años de la Batalla de Arroyo Grande.



El mismo día en que el gobernador federal de Catamarca, Cnel. Juan Eusebio Balboa había sido depuesto por José Cubas, uno de los jefes de la coalición del Norte, Lavalle era derrotado en Famaillá por Oribe, cinco días antes de que lo fuera Lamadrid en Rodeo del Medio por Pacheco.  Vencido Lavalle, las horas del gobierno impuesto por Lamadrid en Catamarca estaban contadas. 


 


Inmediatamente el coronel Mariano Maza se dirige a Catamarca, y estando en camino a ella se entera de la muerte de Lavalle ocurrida en casa de Zenarruza (1) en Jujuy; al informar de ello a Rosas se advierte la euforia por el hecho, que además aseguraba el fin de esa guerra.  El enemigo más temido, Juan Lavalle, el héroe legendario de la Independencia Sudamericana pero extraviado de nuestras guerras civiles, había caído para siempre.  Quedaba en Catamarca José Cubas y sus partidarios, comprometidos con la coalición y por lo tanto acusados de traición por su alianza con Francia, y Maza debía, por segunda vez, marchar allí para sofocarla.  “Habrá violín y violón”, anunció, y los hubo.


 


Ya en ocasión de la primera campaña de Catamarca, con fecha abril 23 de 1841, había escrito a Oribe: “Cuando recibí su muy apreciable y me enteré de la maldad y perfidia de los salvajes, mandé fusilar al salvaje Luis Manterola y tres prisioneros más de los del salvaje Córdoba y desde hoy en adelante no daré cuartel a ningún salvaje, este es el premio que deben recibir”. (2)


 


Batalla de Catamarca


 


Maza, al frente del Batallón “Libertad”, intimó la rendición a Cubas, que se había parapetado con seiscientos hombres, y como éste le rechazara, tomó por asalto la ciudad en lo que se conoce como la Batalla de Catamarca, el 29 de octubre de 1841.  Cubas, capturado cinco días después, fue pasado por las armas al igual que muchos de sus compañeros.


 


El coronel Mariano Maza escribió frases apasionadas e irreparables respecto de su acción en la campaña, que lógicamente andando el tiempo se volvieron contra él.  Esos escritos, sin embargo, no son como los de Juan Cruz Varela y Salvador María del Carril, asesinos intelectuales de Dorrego, ya que éstos, al incitar a Lavalle, tomaban la precaución uno, de dejar sin firma su carta y el otro, de pedirle que la rompiera, lo cual demuestra que tenían conciencia de su instigación al crimen hecha con frialdad, premeditación y alejados del lugar del peligro.


 


Maza estaba en medio de la lucha arriesgando su vida, y si bien no lo justificamos, creemos en cambio que debe ser medido con la misma vara que se empleó para otros del “partido de la civilización”, y sobre todo, sostenemos que no puede ser sacado de su época y de las circunstancias históricas que le tocó vivir.  Coincidimos con Magariños de Mello cuando dice al respecto: “En realidad fue hombre de mano dura, que hizo sin vacilaciones la guerra a sangre y fuego que impusieron los unitarios”. (3)


 


Maza, que no era historiador como Mitre, ha sido juzgado tal vez más por lo que escribió que por lo que realmente hizo.  Mitre en ese sentido fue muy cuidadoso y no cometió esa imprudencia, pese a que su acción y responsabilidad en la masacre de Villamayor o a través de Arredondo, Sandes, Iseas, Venancio Flores, Ribas y Paunero fue tan dura como la que realizó Maza en Catamarca, y además reiterada.  No nos extenderemos en otros ejemplos para no salirnos del tema, pero fueron sin duda muchos y reiterados los casos en el siglo XIX.


 


La Coalición del Norte había sido vencida, y de Catamarca Maza marchó a incorporarse al Ejército federal que se encontraba en Tucumán, desde donde en marzo de 1842 continuó viaje a Buenos Aires, pasando por Santa Fe que había sido ya recuperada para la causa federal.


 


En Buenos Aires fue designado por Rosas en el mando interino de la escuadra por ausencia del almirante Guillermo Brown, con el título de “Comandante en Jefe de las Fuerzas Marítimas en Operaciones sobre las de los salvajes unitarios de Montevideo”.


 


En esa condición condujo una operación naval sobre Montevideo, pero sin poder batir a los buques de Rivera, que eludieron el combate a favor de la poca profundidad del río donde se estacionaron y se cubrieron detrás de buques con banderas de países neutrales.


 


Al término de estas operaciones entrega nuevamente el mando al almirante Brown, vencedor en “Costa Brava” de la escuadra comandada por Giuseppe Garibaldi, hecho de armas silenciado por ciertos historiógrafos liberales del almirante, a quien dan por muerto, históricamente, en la guerra con el Brasil, no obstante la importancia de sus servicios durante el gobierno de Rosas.


 


En octubre de 1842 Maza vuelve a embarcar con destino a Entre Ríos, a fin de reforzar el Ejército Federal, y participará en la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de ese año, al frente del Batallón Libertad.


 


Acciones preliminares de la batalla de Arroyo Grande


 


La prudencia y las nociones más elementales de estrategia le aconsejaban a Fructuoso Rivera conservar su línea del Uruguay, que era el punto de mira de su enemigo para invadir el territorio oriental; en vez de avanzar sobre Entre Ríos para comprometer en una batalla decisiva todas sus fuerzas cuya mayor parte se le incorporaban recién, formando con las que trajo consigo una masa indisciplinada, sin cohesión ni unidad, que es lo que constituye el verdadero poder de un ejército. (5)  De su parte Oribe se movió de su campo de las Conchillas y el 5 de diciembre se situó a poco más de dos leguas de las puntas del Arroyo Grande.  Al sur de este punto se encontraba Rivera cuando fuerzas de su vanguardia, al mando del coronel Baez, le dieron parte de la proximidad del enemigo.


 


Aunque esto debió sorprenderle demasiado, Rivera se preparó a la batalla, corriéndose a su derecha y apoyando la cabeza de esta ala sobre el mismo Arroyo Grande.  Constaba su línea de 8.000 soldados, 2.000 de infantería, 5.500 de caballería y 16 cañones, así colocados: derecha, las divisiones orientales y algunos correntinos al mando de los generales Aguiar y Avalos; centro, la artillería, y brigadas de infantería a ambos flancos, al mando de los coroneles Chilavert, Lavandera y Blanco; izquierda, la caballería correntina, santafecina y entrerriana al mando de los generales Ramírez, López y Galván.  El ejército de Oribe, fuerte de 8.500 hombres, se corrió sobre su izquierda, ocultando este movimiento con las maniobras de la caballería de vanguardia, y quedó formado así: derecha, divisiones de caballería al mando de los coroneles Granada, Bustos, García, González (Bernardo), Bárcena y Galarza, y una columna flanqueadora mandada por el general Ignacio Oribe, todo a las órdenes del general Urquiza; centro, brigada de artillería al mando de los mayores Carbone y Castro; los batallones con su dotación de artillería mandados por los coroneles Costa, Maza, Rincón Domínguez y Ramos, y todo a las órdenes del general Pacheco; izquierda, división de caballería al mando de los coroneles Laprida y Losa, comandantes Lamela, Arias, Castro, Albornoz y Frías, bajo las órdenes del coronel José María Flores.  Una columna flanqueadora a cargo del general Servando Gómez.  Además tres reservas mandadas por los coroneles Urdinarrain, Olivera y Arredondo.


 


Inicio de la batalla


 


La batalla de Arroyo Grande se inició de ambas partes en las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre.  El ejército aliado de Rivera, de Ferré y de López luchó desesperadamente; pero los regimientos y batallones federales, guiados por jefes que habían acreditado su pericia y su valor en la campaña de los Andes, del Brasil y del Desierto, consiguieron con sacrificio ventajas importantes de las que Oribe supo aprovechar.  La carga de las caballerías de Rivera fue bien sostenida al principio; que algunos escuadrones de la izquierda federal se desorganizaron, envolviendo consigo otras fuerzas.  Pero Oribe lanzó sus reservas sobre los extremos izquierdo y derecho de Rivera; y toda esa enorme masa de caballería que se confundió en sangriento torbellino, quedó reducida después de media hora a la que formaba las filas clareadas de los vencedores.  Las dos alas del ejército de Rivera quedaron fuera de combate, dispersas o aniquiladas.  Después de hacer jugar convenientemente su artillería, Oribe mandó al centro cargar a la bayoneta.  Fue la artillería de Chilavert y las infanterías de Lavandera y Blanco las que sostuvieron este último ataque, hasta caer en poder del ejército federal, juntamente con el parque, bagajes y caballadas de los aliados.  En cuanto a Rivera huyó del campo de batalla arrojando su chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, todo lo cual se ha conservado hasta hace poco en el museo de Buenos Aires (6)


 


Cuatro mil hombres que lanzó Oribe en todas direcciones acuchillaron los restos de las caballerías aliadas.  Todo se perdió en ese día memorable, dice uno de los principales jefes orientales de la subsiguiente defensa de Montevideo, sin que se pudiera decir lo que Francisco I escribía a su madre después de la batalla de Pavía: “Todo se ha perdido menos el honor”.  Allí el monarca cayendo prisionero había acreditado que si la fortuna no favoreció sus armas, el valor había hecho su oficio.  Aquí el general, temiendo más el riesgo de su vida que la tremenda responsabilidad de la de los soldados puestos a su cargo, se separó de su ejército cuando estaba todavía indecisa la victoria, dejando en el campo de batalla masas enteras que con menos cobardía, alguna serenidad y algunas ideas estratégicas, hubieran podido salvar o impedir, cuando menos, que fuesen impunemente acuchilladas (7)


 


Todo lo perdió Rivera en ese día, desbaratando por sus propias manos los cuantiosos recursos que arrebató de las manos expertas del general Paz cuando, torpemente celoso de la superioridad de éste, lo vio protestar en nombre del patriotismo argentino, contra su dorado sueño de anexar al Estado del Uruguay las provincias de Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay.  En los campos del Arroyo Grande, regado con abundante sangre de vencedores y vencidos, quedó sepultada esa dañina aspiración de Rivera; por más que la persiguieran todavía hasta el año 1846 algunos argentinos extraviados en consorcio con la diplomacia británica y brasilera.


 


Consecuencias


 


La batalla de Arroyo Grande constituye un hecho de trascendental importancia en la vida de nuestra Patria, y sólo es explicable su desconocimiento u olvido por el sectarismo que ha caracterizado a la historiografía oficial de la Argentina.


 


En Arroyo Grande se jugó la integridad del territorio nacional, y una derrota hubiera significado la pérdida de Entre Ríos y Corrientes, pues el designio de Fructuoso Rivera y de algunos argentinos era que el río Paraná fuera el límite internacional, anexando la Mesopotamia Argentina al Estado Oriental.  Los directoriales de Buenos Aires, origen del partido unitario, habían hecho este ofrecimiento a Artigas hacía más de veinte años, y el caudillo federal lo había rechazado, consecuente con su ideal de la patria grande.  Así los unitarios, por su parte, también eran consecuentes con sus propios antecedentes.


 


Referencias


 


(1) Por error se dice Zenavilla, repitiendo al Gral Oribe que, tal vez influido por la existencia de ese apellido en el Uruguay así lo consignó equivocadamente en lugar de Zenarruza, familia tradicional de Jujuy.


(2) Citado por Magariños de Mello en “El gobierno del Cerrito”, Tomo II, página 1030-31.


(3) Misma obra, Tomo II, página 1030.


(4) Citado por Vicente D. Sierra en “Historia de la Argentina”, Tomo IX, página 123.


(5) ”Rivera no conocía esas tropas porque jamás las había visto, ni a los jefes que las mandaban, -dice el general riverista César Díaz, refiriéndose a las fuerzas correntinas y santafecinas que se incorporaron días antes de la batalla de Arroyo Grande- ignoraba su importancia respectiva y no podía por consiguiente darles una aplicación oportuna en las horas solemnes del combate.  Necesitaba haberse tomado algún tiempo, algunos días al menos, para inspeccionarlas, conocer su espíritu, habituarlas a su mando y uniformarlas al régimen de los demás cuerpos; establecer en suma la confianza mutua que debe existir entre el general y el ejército, sin la cual es muy difícil vencer; y en una palabra, hacer todo cuanto la estrategia prescribe y la responsabilidad del mando aconseja, antes de decidirse a la operación más terrible y trascendental de cuantas se conocen”.  (Véase Memorias del general César Díaz, página 48).


(6)Parte de Oribe a Rosas fechado en la costa del Uruguay y cartas correlativas de los generales Echagüe, Pacheco y Urquiza, publicadas en La Gaceta Mercantil del 15 de diciembre de 1842 y 23 de marzo de 1843.  (Véase Memorias del general César Díaz).


(7)El general César Díaz, Memorias, página 50.


 


Fuente


Baldrich, Fernando Amadeo de – El coronel Mariano Maza.


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado


Portal www.revisionistas.com.ar


Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).


Todo es Historia – Nº 79 – Buenos Aires, Diciembre de 1973.

martes, 29 de octubre de 2024

Hace 91 años hablaba, en Mdrid, José Antonio Primo de Rivera: "El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. "

 



Discurso en el Teatro de la Comedia de Madrid donde expone los puntos fundamentales de la Falange Española

José Antonio Primo de Rivera 29 de Octubre de 1933



Nada de un párrafo de gracias. Escuetamente, gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo.

Cuando, en marzo de 1762, un hombre nefasto, que se llamaba Juan Jacobo Rousseau, publicó El contrato social, dejó de ser la verdad política una entidad permanente. Antes, en otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad. Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante, decisiones de voluntad.

Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese yo superior está dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresa por medio del sufragio conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase.

Como el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina, vino a constituirse no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales. Para el Estado liberal sólo era lo importante que en las mesas de votación hubiera sentado un determinado número de señores; que las elecciones empezaran a las ocho y acabaran a las cuatro; que no se rompieran las urnas. Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. Después, a respetar tranquilamente lo que de las urnas saliera, como si a él no le importase nada. Es decir, que los gobernantes liberales no creían ni siquiera en su misión propia; no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber, sino que todo el que pensara lo contrario y se propusiera asaltar el Estado, por las buenas o por las malas, tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los, guardianes del Estado mismo a defenderlo.

De ahí vino el sistema democrático, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y si, después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas en la madrugada, o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de Gobierno.

Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos, porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspiraba a ganar el sistema, tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos, y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento. Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estado liberal.

Y, por último, el Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: «Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal». Y así veríais cómo en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.

Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.

El socialismo, sobre todo el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los pobres obreros, y que ya nos ha descubierto tal como eran Alfonso García Valdecasas; el socialismo así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo eso dice el socialismo. No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad.

No aspira el socialismo a restablecer una justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaran en la injusticia los sistemas liberales.

Por último, el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque. Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres.

Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas. Y así, nosotros hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esa España maravillosa, esos pueblos en donde todavía, bajo la capa más humilde, se descubren gentes dotadas de una elegancia rústica que no tienen un gesto excesivo ni una palabra ociosa, gentes que viven sobre una tierra seca en apariencia, con sequedad exterior, pero que nos asombra con la fecundidad que estalla en el triunfo de los pámpanos y los trigos. Cuando recorríamos esas tierras y veíamos esas gentes, y las sabíamos torturadas por pequeños caciques, olvidadas por todos los grupos, divididas, envenenadas por predicaciones tortuosas, teníamos que pensar de todo ese pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por campos de Castilla, desterrado de Burgos: ¡Dios, qué buen vasallo si ovierá buen señor!

Eso vinimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en ese día: ese legítimo soñar de España; pero un señor como el de San Francisco de Borja, un señor que no se nos muera. Y para que no se nos muera, ha de ser un señor que no sea, al propio tiempo, esclavo de un interés de grupo ni de un interés de clase.

El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas. Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales. Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento; pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.

La Patria es una unidad total, en que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria.

Y con eso ya tenemos todo el motor de nuestros actos futuros y de nuestra conducta presente, porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a enunciar un programa de soluciones concretas. Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido nos da las soluciones ante lo concreto, como el amor nos dice en qué caso debemos reñir y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programa de abrazos y de riñas.

He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla.

Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.

Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un Municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo. Pues si ésas son nuestras unidades naturales, si la familia y el Municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, que, para unimos en grupos artificiales, empiezan por desunimos en nuestras realidades auténticas?

Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre. Porque sólo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros le estimamos, portador de valores eternos; cuando se le estima envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y de salvarse. Sólo cuando al hombre se le considera así, se puede decir que se respeta de veras su libertad, y más todavía si esa libertad se conjuga, como nosotros pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.

Queremos que todos se sientan miembros de una comunidad seria y completa; es decir, que las funciones a realizar son muchas: unos, con el trabajo manual; otros, con el trabajo del espíritu; algunos, con un magisterio de costumbres y refinamientos. Pero que en una comunidad tal como la que nosotros apetecemos, sépase desde ahora, no debe haber convidados ni debe haber zánganos.

Queremos que no se canten derechos individuales de los que no pueden cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serio, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana, justa y digna.

Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta como lo hacía, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo.

Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia.

Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho al hablar de "todo menos la violencia" que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.

Esto es lo que pensamos nosotros del Estado futuro que hemos de afanamos en edificar.

Pero nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar: es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida. Así, pues, no imagine nadie que aquí se recluta para ofrecer prebendas; no imagine nadie que aquí nos reunimos para defender privilegios. Yo quisiera que este micrófono que tengo delante llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares obreros, para decirles: sí, nosotros llevamos corbata; sí, de nosotros podéis decir que somos señoritos. Pero traemos el espíritu de lucha precisamente por aquello que no nos interesa como señoritos; venimos a luchar porque a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos, y venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes. Y así somos, porque así lo fueron siempre en la Historia los señoritos de España. Así lograron alcanzar la jerarquía verdadera de señores, porque en tierras lejanas, y en nuestra Patria misma, supieron arrostrar la muerte y cargar con las misiones más duras, por aquello que precisamente, como a tales señoritos, no les importaba nada.

Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!

En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo, triunfo que ¿para qué os lo voy a decir? no vamos a lograr en las elecciones próximas. En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí vuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas, Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.

JOSÉ A. PRIMO DE RIVERA

viernes, 18 de octubre de 2024

Hace 78 años hablaba Jorge Eliécer Gaitán.

 


DISCURSO IMPROVISADO EN LA CIUDAD DE CARACAS, DURANTE LA CONMEMORACIÓN DEL PRIMER ANIVERSARIO DE LA CAÍDA DE LA DICTADURA MILITAR VENEZOLANA

Jorge Eliécer Gaitán 18 de Octubre de 1946


Hombres y mujeres de Venezuela:

Yo, que pertenezco a un gran país cuyo pueblo es superior a sus dirigentes, al ver la muchedumbre de rostros morenos que están reunidos en esta plaza, he experimentado hoy una emoción que hace contraste con la sensación de angustia que siendo estudiante experimentara ayer, ante el dolor y la tragedia que se agolpaban sobre el alma grande de los herederos de Bolívar.

Hasta ayer yo sabía que las dolientes masas venezolanas, vuestros abuelos, vuestros padres y vuestros hermanos, rumiaban su dolor en las mazmorras que eran deshonra de América y que existía en esta tierra admirable una pequeña minoría oligárquica que disponía abusivamente de los destinos de esta patria del Libertador, a espaldas del pueblo, contra el pueblo y sin el querer del pueblo.

Pero yo, capitán de multitudes de Colombia, vengo a contemplaros vibrantes y plenos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, irrumpiendo en esta plaza; y a decir desde esta tribuna a todas las gentes de Venezuela que de ahora en adelante sólo habrá una voz que mande sobre esta tierra sagrada: ¡la voz del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!

Estáis en la primera etapa de vuestro recorrido inexorable. Habéis comenzado a conquistar vuestra libertad política, la cual apenas será formal si en posteriores épocas no llegáis a la conquista de la libertad económica y social. Pero esta primera etapa la tenéis que defender, modelar y terminar con bravura, con tenacidad, con coraje, y sin vacilaciones ni desmayos. Afortunadamente tenéis a la cabeza capitanes y gonfaloneros que jamás, estoy seguro, traicionarán vuestro interés ni vuestros anhelos.

Hacéis bien en defender corajudamente esa obra; en conquistar previamente esa libertad política formal que nosotros, los colombianos ya conquistamos, y que os preparéis para una nueva etapa de las realizaciones por venir. Ya nadie –de ello estoy cierto y esa la razón de mi emoción profunda– podrá poner al margen de su destino al pueblo de Venezuela. Ahora va a ser él, como los demás pueblos de nuestra América, de nuestra América morena, quien va a darse libremente su propio gobierno.

Nosotros hemos aprendido a reírnos de esas generaciones decadentes que ven a las muchedumbres de nuestro trópico como a seres de raza inferior. Inferiores son ellos que carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura europea. ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas!

Yo le pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América; que se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico; que trabajaran como lo hacen los hombres nuestros 12 y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran los dolores de nuestro pueblo; sintieran a la selva envolviéndolos; supieran lo que son los niños sin escuela y sin cultura; lo que es la muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder satisfacer el apetito de la belleza y del amor que se les niegan y saborean tan sólo el dolor y la angustia permanentes. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa enorme de América devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a su gente para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias perpetuas que vivimos los habitantes del trópico, y entonces tendrán que comprender cuán brava es la gente nuestra, qué brava gente sois vosotros, y reconocer la falsedad de su concepto sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque aquí y en el Perú y en todas nuestras naciones sucede lo que yo afirmo que pasa en Colombia: "El pueblo es superior a sus dirigentes".

Estos pueblos hermanos conservan sus peculiares notas, sus realidades diversas, pero cada día se acercan más los unos a los otros. Y esas distintas realidades pueden condensarse en una sola afirmación que hace temblar el criterio feudal de las castas minoritarias que todavía en América imperan; pueden sintetizarse en el deseo que todos anhelamos y que todos impondremos: i queremos que los amos sean menos amos para que los siervos sean menos siervos; queremos que los poderosos sean menos poderosos para que los humildes sean menos humildes y queremos que los ricos sientan que deben ser menos ricos! ¡para que los pobres reciban mejor remuneración por su trabajo!

Pueblo: Ni un paso atrás en esta maravillosa obra que estáis realizando con un gobierno comprensivo y sin una vacilación, porque el ritmo de vuestros corazones es el mismo ritmo del corazón de todos los hombres de América.

El hombre vale por su tenacidad. El hombre vale por la rotundidad que ponga en el amor a sus ideas. Nada puede detener al pueblo ni hacerlo vacilar y si un solo varón quedara en Venezuela de todos los que aspiran a ser libres; que ese hombre solo se sienta obligado a la batalla, porque yo diría que ¡vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas extendidas sobre el lodo!

JORGE ELIÉCER GAITÁN

viernes, 23 de febrero de 2024

Se cumplen 83 años de este discurso de "El Duce".

 





Roma, 23 de febrero de 1941 


"He venido aquí, entre vosotros, para miraros fijamente en los ojos, para pulsar vuestro temple, rompiendo así el silencio que me es tan caro guardar, particularmente en tiempos de guerra. Os preguntásteis alguna vez, en la hora de meditación, que cada cual ha de procurarse durante el día, desde cuándo estamos en guerra? No es sólo desde hace ocho meses, como pudieran creerlo los superficiales copiladores de crónicas. No es desde septiembre de 1939 cuando, por el juego de las garantías a Polonia, Gran Bretaña desencadenó la conflagración con criminal y premeditada voluntad: estamos en guerra, desde hace seis años, exactamente desde febrero de 1935, cuando vio a luz el primer comunicado, anunciando la movilización de la "Peloritana". Terminaba apenas la guerra de Etiopía, cuando desde la otra orilla del Mediterráneo nos llegó el llamamiento de Francisco Franco, quien había dado comienzo a su revolución nacional. 


Podíamos nosotros, los fascistas, dejar sin respuesta ese grito y permanecer indiferentes ante el perpetuarse de las sangrientas ignomínias de los mal llamados frentes populares? Podíamos, sin renegar de nosotros mismos, dejar de acudir en ayuda de un movimiento de insurrección, que encontraba en José Antonio Primo de Rivera a su creador, su asceta, su mártir? No ! Por ello, la primera escuadrilla de nuestros aeroplanos partió el 27 de julio de 1936 y el mismo día tuvimos las primeras bajas. En realidad estamos en guerra desde el año 1922, es decir desde el día en que enarbolamos contra el mundo masónico, democrático y capitalista la bandera de nuestra revolución, que en aquel entonces era defendida por un puñado de hombres. El estallido de las hostilidades, el 1 de septiembre de 1939, nos encontró al final de dos guerras, que nos impusieron sacrificios de vidas humanas relativamente reducidas, pero que nos exigieron un esfuerzo logístico y financiero, sencillamente enorme. 


Empero, al desenvolvimiento, acelerado a veces, de la historia no es posible decirle como al faustiano instante fugitivo: Detente ! La historia os ase de la garganta y os obliga a una decisión. De haber estado en condiciones al cien por ciento, hubiéramos entrado en la lucha en septiembre de 1939, no en junio de 1940. Durante ese breve lapso de tiempo afrontamos y superamos dificultades excepcionales. Las fulminantes y arrolladoras victorias de Alemania en Occidente eliminaban la eventualidad de una larga guerra continental. 


Los que simulan, hoy, pensar que la intervención de Italia fue prematura, son probablemente los mismos que, entonces, la juzgaban tardía. Desde el año 1935, la atención de nuestros estados mayores fue puesta en Libia. Toda la obra de los gobernadores que alternábanse en Libia fue dirigida a convertir en potencia económica, demográfica y militar a aquella vasta región, transformando zonas desérticas en fecundas. Entre octubre y noviembre, fue cuando Gran Bretaña arrojó contra nosotros las masas de sus fuerzas imperiales, reclutadas en tres continentes y armadas por el cuarto. Ahora bien, no somos nosotros como los ingleses y nos jactamos de ello. No hicimos nosotros de la mentira un arte de gobierno, ni tampoco un narcótico para el pueblo, cual lo hacen los gobernantes de Londres. 


Nuestra capacidad de recuperación en el campo moral y material es sencillamente formidable, constituyendo una de las características peculiares de nuestra raza. Es muy cierto que habrá que luchar duramente; es muy probable que la lucha sea larga, pero el resultado final ha de ser la victoria del Eje. Gran Bretaña no puede vencer esta guerra. Os lo demostraré con rigurosa lógica. El acto de fe es superado por el hecho. Esta demostración parte de una premisa dogmática y es que Italia, suceda lo que suceda, marchará con Alemania, hombro con hombro, hasta el fin. Todo aquel que suponga otra cosa, olvida que la alianza ítalo-germana no es solamente entre dos ejércitos, dos Estados, dos diplomacias, sino que es entre dos pueblos y dos revoluciones, destinadas a imprimir su sello a este siglo. La cooperación entre las dos fuerzas armadas desarróllase en un plan de amigable, leal y espontánea solidaridad. 


Seguidme ahora, os lo ruego. 


1) El poderío bélico de Alemania no ha mermado después de 17 meses de guerra, sino que ha aumentado en proporciones gigantescas. Las pérdidas humanas son mínimas. 


2) Los armamentos germánicos son por calidad y cantidad infinitamente superiores a los que obraban al comienzo de la guerra. 


3) Mientras que en la guerra mundial Alemania quedaba aislada en Europa y en el mundo, hoy el Eje es árbitro del continente y es aliada del Japón. El mundo Escandinavo, el mundo Danubiano, los Países Bajos, la Francia ocupada están directa o indirectamente en la órbita germana. En el Mediterráneo están la Italia aliada y la España amiga. Salvo Portugal y Suiza y por algún tiempo más Grecia, está toda Europa fuera de la influencia de Gran Bretaña y en contra de ella. 


4) Con tal situación se ha determinado una neta inversión de lo que acaeciera en 1914-1918. 


5) La moral de los pueblos del Eje es infinitamente superior a la del pueblo inglés: el Eje lucha con la certidumbre de la victoria. Gran Bretaña lucha porque no le queda otra alternativa. Churchill puede ordenar el bombardeo de las plantas industriales de Génova, para interrumpir su trabajo, pero no es más que una pueril ilusión si pretende con ello quebrantar la moral de la ciudad. Significa no conocer, ni siquiera vagamente a nuestra raza y a nuestro temperamento, la costumbre de los lígures en general y de los genoveses en particular. Significa ignorar la virtud cívica, el patriotismo purísimo de un pueblo que en el arco de su mar diera a la patria Colón, Garibaldi y Mazzini. 


6) Inglaterra está sola. Este aislamiento la empuja hacia los Estados Unidos de los cuales invoca, desesperada y urgentemente, socorro. 


7) Cuando caiga Inglaterra, aunque eventualmente continúe su agonía en los países del imperio británico. 


8) Italia tiene en esta gigantesca obra un papel de primer orden. También nuestra potencialidad bélica mejora cotidianamente en calidad y cantidad. 


9) Que la Italia fascista haya osado medirse con Gran Bretaña es un timbre de orgullo que vivirá en los siglos. Ha sido un acto consciente de audacia. Los pueblos llegan a ser grandes cuando osan, cuando se arriesgan, cuando sufren, no cuando, sentados a orilla del camino, viven una vida parasitaria y vil. Los portagonistas de la historia pueden reivindicar los derechos de ella; los simples espectadores, jamás. 


10) Para vencer al Eje, deberían los ejércitos de Gran Bretaña desembarcar en el continente, invadir a Alemania e Italia y derrotar a sus ejércitos. Pero no hay inglés, que pueda soñar siguiera con ello. 


Dejadme deciros ahora que lo que sucede en Estados Unidos no es sino el más colosal engaño que la historia registre. La ilusión consiste en que los Estados Unidos creen seguir siendo aún una democracia, mientras que, en realidad, no son más que una oligarquía político-financiera, dominada por el hebraísmo. La falsedad consiste en creer que las potencias del Eje quieren atacar a América, después de destruir a Gran Bretaña. Ni en Roma, ni en Berlín, se acarician tan fantásticos proyectos. En todo caso, es mucho más verosímil que los Estados Unidos sean invadidos por el planeta Marte. 


Camaradas de la Urbe ! A través de vosotros he querido hablar al pueblo italiano, al auténtico, al verdadero y grande pueblo italiano, el que combate como león en los frentes de batalla de tierra, mar y aire. El que a la salida del sol está de pié para el trabajo de los campos, de los talleres, de las oficinas. El que no se permite los más inocentes lujos. No hay que confundir a ese gran pueblo con una exigua y deleznable minoría de bien identificados holgazanes, llorones y antisociales que gimen sobre los racionamientos y lamentan las suspendidas comodidades. El pueblo italiano, el pueblo fascista se merece la victoria y la tendrá". 


jueves, 15 de febrero de 2024

Hace 76 años hablaba Jorge Eliécer Gaitán.

 



LA CIUDAD DE MANIZALES, CAPITAL DEL DEPARTAMENTO DE CALDAS, COLOMBIA, EN HOMENAJE PÓSTUMO ANTE LA TUMBA DE LOS MUERTOS ASESINADOS DURANTE LA VIOLENCIA POLÍTICA EN EL AÑO 1948

Oración por los humildes

Jorge Eliécer Gaitán 15 de Febrero de 1948


Compañeros caídos en la lucha:

Discurría vuestra existencia de hombres buenos, de gente honrada y sencilla, sobre las mansas aguas, hacia el destino de todo humano vivir, cuando un golpe aleve de hombres malos y crueles os arrojó hacia las playas del silencio y de la muerte.

Verdad es que los hombres de ánima helada os arrancaron de nuestro lado, de nuestros brazos, de nuestras luchas, pero sólo consiguieron multiplicaros en lo íntimo de nuestra devoción, de nuestro recuerdo y nuestro afecto.

Verdad es que vuestras pupilas ya no se encienden en luz de amor por vuestras madres, por vuestras novias o por vuestros hijos: hombres malos las apagaron.

Verdad es que vuestras gargantas no serán ya el alegre clarín para cantar los cantos de la democracia que nuestras huestes cantan: hombres malos las silenciaron.

Verdad es que vuestros corazones no vibrarán más al ritmo de las emociones de los libres que las ideas liberales alientan: hombres malos las detuvieron.

Verdad es que vuestros brazos y vuestros músculos no modelarán ya sobre la tierra o en el taller el crecer del fruto y la riqueza de que la patria ha menester: hombres malos os lo impidieron.

Verdad es todo esto. Dolorosa verdad, angustiosa verdad, que golpea con golpe de ola la noche sobre nuestro corazón. Pero es verdad a medias.

La tiniebla de vuestras pupilas se ha trocado en luz de estrella conductora de nuestras gentes del partido liberal.

El silencio de vuestras gargantas es ahora grito de justicia en nuestras gargantas; el desaparecido ritmo de vuestros corazones es ahora indomable raudal de energía para nuestra fiera voluntad de lucha.

Vuestros miembros inmovilizados son ahora centuplicada fuerza que nos empuja sin tolerar descansos; y que no ha de suspenderse hasta devolver a la República el camino de la piedad, del bien y de la fraternidad, que hombres de aleve entraña les han robado.

Verdad es, compañeros de lucha, tronchadas vidas, buenas y humildes, que os lloramos. Pero nuestro decoro nos impide lloraros adentro. Y en el río interior de nuestro llanto ahogaremos las dañadas plantas que envenenaron con su perfidia el destino de la patria.

Compañeros de lucha: sólo ha muerto algo de vosotros, porque del fondo de vuestras tumbas sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad. Seremos superiores a la fuerza cruel que habla su lenguaje de terror a través del iluminado acero letal. El dolor no nos detiene sino que nos empuja. Y algo profundo nos dice que al destino debemos gratitud por habernos ofrecido la sabia lección y la noble alegría de vencer obstáculos, de dominar dolores, de mirar en lo imposible nada más que lo atrayentemente difícil. Vuestras sombras son ahora la mejor luz en nuestra marcha.

Compañeros de lucha: os habéis reincorporado al seno de la tierra. Ahora, con la desintegración de vuestras células, vais a alimentar nuevas formas de vida. Vais a sumaros al cosmos infinito que desde la entraña oscura e insomne, alimenta al árbol y a la planta que sirven de alegría a nuestros ojos y de pan a nuestro diario vivir. Pero algo más vais a darnos a través de vuestro recuerdo, ya que la muerte en lo individual no es sino un parpadear de la vida hacia formas más elevadas de lo colectivo y de su ideal.

Compañeros de lucha: al pie de vuestras tumbas juramos vengaros, restableciendo con la victoria del partido liberal los fueros de la paz y de la justicia en Colombia. Os habéis ido físicamente, pero qué tremendamente vivos estáis entre nosotros.

Compañeros: vuestro silencio es grito. Vuestra muerte es vida de nuestro destino final

JORGE ELIÉCER GAITÁN