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| Carlos Alberto Disandro | 
La Nación es la unidad histórica perdurable. Ella
constituye, por lo tanto, el substractum de todos los procesos, el objetivo de
la vida histórica de un pueblo, la meta de un Estado que la sirve y engrandece.
El Estado y el Pueblo hallan su realización plena, en el marco pleno de la
Nación. La Nación es superior a las formas de gobierno, a las constituciones
políticas, a las estructuras técnico-administrativas, al desarrollo moderno de
los llamados partidos políticos, etcétera. La Nación es independiente de las
tendencias centralizadoras mundiales, y su destino no debe someterse, por
ningún concepto, a los dictados de potencias internacionales y destructivas: el
dinero, la banca, la propaganda, la tecnología bélico-política, las sectas
esotéricas, etcétera. Cada uno de esos factores debe ser estudiado, a fin de
poder sobrellevar sus ataques y acechanzas, ya que ellos buscan el
aplastamiento de la Nación. La realidad histórica que llamamos Nación no es
pues excluyente, sino creativa; no es tampoco de una apertura indiferente, sino
que cumple una misión precisa e inconfundible; no constituye una mezcla de
conceptos tomados al azar, sino que se apoya en el mundo como unidad y como una
constante incambiable, a la cual deben someterse los diversos aportes de los
tiempos y de los hombres." (Cf. Carlos A. Disandro, Principios de una
política fundacional, Mar del Plata, Editorial Montonera, Colección Estado
Nuevo, Cuaderno 1, 1968). 
 
 
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